15 de octubre de 2012

Destiny


Un pañuelo. Fue un pañuelo.

Puedo recordar que era un día de los que me gustaban. Cielo azul oscuro preparado para una tormenta colosal, el asfalto mojado y el viento escaso pero frío. 
Escuchando mi música favorita para este tipo de días , iba andando con mi gorro y bufanda hasta el cuello, en una mano, el móvil y en la otra un capuccino. El camino del parque parecía una alfombra amarilla, en los bancos era imposible sentarse, todos mojados. Para ser un domingo estaban tranquilas las calles.
Caminaba tan concentrada en esas hojas amarillas que ni repare en que había llegado al final del parque. Encontré un pequeño banco resguardado bajo un enorme castaño que apenas estaba mojado, me senté y vi en frente los ojos verdes más increíbles que jamás se me cruzaron. Tenía su pelo castaño revoltoso enredado en sus manos mientras lo apartaba hacia atrás. Fue cuando levantó la cabeza que pude verle. Tenia un vaso de café posado en el banco y mientras, leía un ejemplar de lo que me pareció ver historias de post guerra. Intenté hacer como que escribía con el móvil para no quedarme contemplándole con mi tonto estupor, pero cada minuto volvía la vista para poder mirarle.
 Sus manos eran perfectas, tan masculinas y bien cuidadas, un poco de barba como me gustaba, unos rasgos a lo garçon francés tipo Olivier. Nunca me había quedado tan embobada mirando a un hombre. De pronto sonrió mientras leía algo, y fue la sonrisa más perfecta que alguien, aun indirectamente, me haya brindado. En su bandolera, las iniciales de mi grupo favorito.  
Mientras imaginaba como sería ese chico extraño pero platónico, en su vida cotidiana , un niño que pasaba con la bicicleta, se cayó. Me levanté inmediatamente a ayudarle olvidándome del extraño sentado en el banco de enfrente. Al niño le sangraba la rodilla, miré en mi bolso pero no encontré ningún pañuelo, me giré para ver si había alguien cerca para pedírselo, y en cuanto alzo la vista, veo acercándose a ojos verdes con un pañuelo en la mano. Se lo coloca al niño en la rodilla y con una sonrisa me levanta la mirada y dice;

-A un parque hay que venir siempre preparada eh?.
Y todo esto mientras me guiñaba un ojo. 


Enrojecí desde la punta de mis pies hasta la punta de mis pelos, no conseguí articular palabra, ni un esbozo de sonrisa, absolutamente nada. Petrificada como una estatua me quedé allí hasta que llegó corriendo la madre del niño y mientras nos daba las gracias, cogí mi bolso y me largué de ahí tan rápido como pude. En aquel pequeño banco se quedó mi pobre capuccino helándose de frío y mi móvil.



El día empezó tormentoso en todos los sentidos. El viento y la lluvia golpeaban fuerte los cristales y mi novia golpeaba fuerte las puertas. No entendía que odiaba salir con los "finolis" de sus amigos, que me repateaban las entrañas cada vez que les oía hablar de Gant y Ralph Lauren como si fuesen sus dioses. Amainó la lluvia y mientras ella se duchaba, me vestí, cogí el último ejemplar que había salido de Evgeniy Zhinoev sobre la post guerra y me dirigí al parque.

Todos los bancos estaban mojados, menos uno al resguardo de un árbol, pero se había sentado una pareja asi que me acomodé en el de enfrente no sin antes ponerle un periódico debajo. Bebí un poco del café que compré y me puse a leer, para olvidar la voz chillona de la mujer que había dejado en casa. 


Después de dos capítulos, alcé la vista y vi que la pareja sentada enfrente ya no estaba, giré la cabeza y... la vi. La vi andando con la cabeza agachada. Iba mirando las hojas amarillas pisadas, levantó la vista y vio que había llegado casi al final del parque, divisó el banco enfrente de mi y se sentó. Tenía un encanto que en pocas chicas de por aquí puedes encontrar. Tan bonita con ese gorro que tapaba una preciosa melena dorada. Sus ojos enormes y castaños expresaban ya solos sin necesidad de ninguna sonrisa....y su sonrisa, que sonrisa, perfecta. Tan delicada, tan diminuta. Aun sin estar cerca de ella sentía su calor, esa positividad, solo con mirarla sonríes por la bella vista que te da. Miraba al libro haciendo que leía y no podía dejar de mirarla de reojo y sonreír. De repente, vi cómo enfrente de nosotros se caía un niño de la bicicleta , ella se levantó rauda para ayudarle. Qué ternura reflejaba . Advertí que buscaba un pañuelo, aproveché el momento y me levanté a darle uno que tenía por casualidad. 


Lo más "inteligente" que se me ocurrió para decirle y que se rompiera el hielo sin una forma brusca fue;


-A un parque hay que venir siempre preparada eh?.


Esperaba cualquier leve risa en su cara, pero bajó la cabeza y nada más vino la madre del niño agradeciéndonos haberle ayudado se fue corriendo. Yo me levanté y quise ir detrás de ella, cuando me fijé que se había dejado el móvil en el banco. Me acerqué, lo recogí y me fui caminando a casa, con la mente en las nubes.


Al llegar tuve la suerte de no encontrarla. Ni a ella ni ninguna de sus cosas. En una nota, escrita a mano decía; "Ya no te aguanto más. Llevo un mes pegandotela con Matt y eres tan estúpido que ni te has dado cuenta. Que te vaya todo bien, imbécil"

La verdad es que sí lo sabía. Pero hacía tres meses que había dejado de importarme, y la única razón por la que no la dejaba era porque así tenía a alguien para desahogarme sentimentalmente, cuando mi cuerpo lo requería. Suena muy machista y de típico cabrón, pero yo nunca la amé.
Me senté en el sofá con su móvil en la mano. Suerte que era un modelo antiguo y no tenía bloqueo. Me quedé un rato mirándolo sin saber si mirar dentro. Un poco solo. Fotos de animales, libros, naturaleza, arte... oh! por fin una foto suya. Estaba sonriendo, con una amiga, mirándome directamente con esos ojos. El rostro más perfecto y angelical que haya visto. Me tenía, sin duda, aquella chica desconocida del parque, me tenía. Empezó a sonar Talk Show Host, una de mis preferidas . La llamaban, el número de su casa. Lo cogí;

- ¿Diga?- Respondo yo

- ¿Como que diga?¿ Es mi telefóno y me respondes diga? Tú, seas quién seas más te vale...
Me hizo bastante gracia su reacción y empecé a reírme interrumpiéndola.

-Tranquila fierecilla, solo lo recogí como señuelo para así poder volver a verte. Además, no me engañas, vi el buen corazón que tenías al ayudar a ese niño.


Creo que fueron unos diez segundos, que a mi me parecieron diez minutos. Solo oía su respiración muy entrecortada y entre titubeos me contestó :


-Tú... ¿tú eres el chico del parque?

-Espero que recuerdes como soy cuando tenga que devolverte el móvil. A las siente  en el  Platza, el que hace esquina con la 55. No llegues tarde ¿eh?- Colgué el teléfono.

Tenía que conocerla. Hoy. Ya.





Llegué a casa aun con la mente en el parque. Me maldije durante todo el camino por ser tan mema. Me había hablado, quería romper el hielo, y yo como tonta me fui corriendo, debí parecerle una niñata inmadura. Lo que faltaba, el bendito móvil.

Llamé a mi número de teléfono desde el fijo de mi casa. No me lo puedo creer, primero la escapada a lo Novia a la fuga, ahora pierdo el móvil, con todas mis fotos, conversaciones, un día espléndido. 
Tardan en cogerlo y me pongo mas nerviosa de lo que ya estoy. Genial, una voz de chico, encima me dice "diga" como si el móvil fuese suyo. Con toda mi rabia acumulada le grito :

- ¿Como que diga? ¿Es mi teléfono y me respondes diga? Tú, seas quién seas más te vale..
Me interrumpe por que oigo cómo se está riendo. ¿Este chico está bien de la cabeza?

-Tranquila fierecilla, solo lo recogí como señuelo para así poder volver a verte. Además, no me engañas, vi el buen corazón que tenías al ayudar a ese niño.

El corazón se me paró, la sangre me subió a la cabeza, empecé a ver doble, no, triple, mi cabeza estaba a punto de estallar, respiraba como después de una maratón de cuarenta y cinco minutos. Esto era algo imposible. Ojos verdes. Esta vez no se como me salieron las palabras:

-... ¿tú eres el chico del parque?
-Espero que recuerdes como soy cuando tenga que devolverte el móvil. A las siente  en el  Platza, el que hace esquina con la 55. No llegues tarde ¿eh?-

Me quedé con el teléfono en la mano escuchando el pitido durante... ¿media hora, una hora quizás? No lo se, pero lo que me espabiló fue la colleja de mi hermana. Me dijo algo, cogió el teléfono y se fue. Me da todo igual, que se pare el mundo, que haya un cataclismo... No, espera, el cataclismo ya después de conocerle. Recordarle, dice. 
Me dice que espera que lo recuerde cómo era cuando lo único que veo delante de mí, mire por donde mire, es su cara.

6pm. ¿Una hora? ¡No me da tiempo ni de arreglarme!. Me maquillé como pude, me vestí lo primero que cogí en el armario y me precipité a toda leche a coger un autobús que me llevase a aquel encuentro. No sabía cómo recibirle, ignoraba ni de qué hablarle. Miedo a parecerle idiota... ¿idiota? Claro, salir corriendo después de que una persona te hable es totalmente de alguien inteligente. Céntrate y no digas bobadas, cuenta hasta cinco antes de soltar lo primero que se te pase por la cabeza, no le impresiones, es solo.... él. Preguntas tras preguntas, cómo se llamaría, qué edad tendría, viviría solo, si le gustaría el sushi. Pero qué estoy haciendo. Era la parada. Tardaría diez minutos en llegar al café y me quedaban once para las siete. No voy a llegar pronto, al menos a las 7.03.

Cuatro pasos contados y llegaría a la esquina. Mis piernas flaqueaban, tenía la boca reseca, ardía en calores pero llegué. Giré la esquina. Apoyado en la pared, por lo menos me sacaba una cabeza, volvía a entrelazar sus dedos en su cabello castaño y echárselo para atrás. Giró la cabeza, me sonrió y anduvo hacía mi con mi móvil en la mano. ¿Mi móvil? ¡Ah! ya me acuerdo, lo olvidé . Le brindé la sonrisa que no le di en el parque, con su voz grave y su boca perfecta me dijo;

- Que sepas que nunca llevo pañuelos conmigo, hoy lo cogí porque presentí que lo necesitaría.




Así empieza mi historia, por un pañuelo. Un misero, simple e insignificante pañuelo.

No hay comentarios: