Llueve. Me despierto a las seis y media de la mañana. Noviembre. En media hora amanece. El frío escarcha los cristales y el cielo desaparece bajo la neblina. La calle está tranquila, iluminada por un escaso sol aún naciente, apacible la calle. La casa está en silencio, por fin serena. Lo que me despierta es una música, lenta, suave, sutil, acompasada al leve latido de mi corazón mañanero. Bajo las mantas es un mundo aparte, caliente, tan caliente que no te deja salir al vasto frío. No hay otra manera de la que quisiese pasar el resto del día, del brazo en mi cama con mi egoísmo, afable, una taza que me caliente las manos y esa preciosa melodía calmando el cuarto. Llega noviembre y solo quiero el frío, la escarcha, dias semioscuros, noches blancas y mi burbuja inquebrantable.
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